30-07-14 (eldia.com.ar) Una nota publicada
recientemente en este diario detalló los altísimos riesgos que corren los
peatones cuando intentan cruzar hacia o desde las plazas Paso, Italia, Rocha y
Malvinas, frente a un tránsito automotor anárquico y veloz que constituye,
ciertamente, una amenaza contra la integridad física de quienes pretendan
realizar esos cruces. Es de sobra conocido y reiterado lo difícil que resulta
educar a los conductores de automóviles particulares y de alquiler, ómnibus y
camiones de reparto. Al imperar en la práctica la ley de la selva, los más
grandes no respetan a los más chicos e imponen su fortaleza y volumen.
En este
combate diario, el peatón aparece como la víctima predilecta. Cuando no hay
semáforos -como ocurre en alguna de las plazas, mientras que en otros las
señales parecieran ser insuficientes- el peatón debe aguardar el paso de los
automovilistas y, ante la menor posibilidad, intentar el dificultoso cruce
mientras que se acercan por aquí y allá nuevos vehículos. Se trata, desde
luego, de una escena tan habitual como insólita, ya que la prioridad en el
cruce –en la mayoría de los países- es del peatón, pero en el nuestro esa ley
no se cumple. Y si algún automovilista intenta respetarla, es severamente
reprendido por los bocinazos de otros conductores.
Ello más allá de aceptar que
los peatones también cometen imprudencias. El crecimiento del tránsito
vehicular año tras año para los peatones ha significado un particular aumento
en el riesgo de pasar de una vereda a la otra y así algunos tratan de esquivar
los autos y otros directamente emprenden una carrera que puede concluir mal.
Por cierto que la solución -en especial cuando las plazas tienen un perímetro circular-
resulta dificultosa. En algunas ciudades de otro países, o en el nuestro, como
ocurría en su momento con la Plaza de la República que rodeaba al Obelisco- se
construyen túneles peatonales que facilitan los cruces.
Pero mientras ello no
ocurra, lo que debiera intensificarse son los controles para impedir que los
vehículos ingresen y se desplacen por esas calles circulares a velocidades muy
altas, tal como suele ocurrir. Lo que resulta inaceptable es que la mayoría de
los conductores siga desconociendo que en los cruces demarcados el peatón tiene
prioridad de paso y que es obligación de los automovilistas detenerse
completamente frente a ellos. Se trata de un déficit cultural que es imputable
a la ausencia de educación vial, un fenómeno que arranca en las escuelas y que
se prolonga luego en las demás instancias de la vida.
Está claro, también, que
el crecimiento exponencial del número de vehículos -algo que en nuestra ciudad
debería formar parte de análisis prospectivos, ya que se impone una valorización
del transporte público para evitar la circulación de tantos automotores
particulares en el casco céntrico- determina un inevitable crecimiento del
riesgo en las calles. Pero parece oportuno insistir en la renuencia de muchos
automovilistas a cumplir con las leyes del tránsito, creándose a partir de allí
toda clase de alternativas potencialmente peligrosas. Lo que más causa estupor
es que esas mismas personas, si viajan al exterior, cumplen puntualmente todas
las normas civilizadas que aquí se niegan a poner en práctica.
http://www.eldia.com.ar/edis/20140730/La-falta-educacion-vial-es-origina-mayor-cuota-peligros-nuestras-calles-opinion2.htm