Joaquín Asselle es uno de los fundadores de Pentacom, firma que surgió hace 20 años cuando el Grupo Pérez Companc decidió cerrar Microsistemas, la empresa madre de la informática local. Hoy, y por los próximos dos años, preside la Cámara de Industrias Informáticas, Electrónicas y de Comunicaciones del Centro de Argentina (Ciiecca), institución cuya sede cuenta con un centro tecnológico: “Tenemos maquinaria fabricando partes electrónicas de los productos de los socios; fue una manera asociativa de acceder a ese recurso, al cual una Pyme no podría llegar de otra manera”, explica. Y agrega:“hoy, somos unas 85 firmas, e intentamos tender vínculos con otros ámbitos de la sociedad”.
–¿Cuándo descubrió su vocación por la tecnología?
–En 1971, cuando yo era chico, recuerdo que se decía: “el futuro es la electrónica”. Esa frase me marcó: hice el primer año del secundario en una escuela técnica en el Chaco, y cuando vine a Córdoba me incliné por la electrónica. Hoy, el futuro ya llegó: todo lo que uno pueda imaginarse en soluciones tecnológicas, seguramente en el mundo ya hay alguien que las está haciendo. Ahora se viene la Internet de las cosas, todo interconectado, equipos médicos, agro, energía, automóviles. Hace dos años, uno se preguntaba cómo será esto de proyectar información en el parabrisas, y ahora ya hay autos que cuentan con eso. A veces, la imaginación es más lenta que la velocidad con la cual aparecen las cosas.
–¿Qué piensa de la tecnología en los automóviles?
–Hace poco, me llamó la atención un proyecto de ciudad futurista, donde los autos no eran conducidos por seres humanos: me pareció loca la idea, pero es un destino posible, un punto de llegada interesante que puede tener el auto.
–Como usuario, ¿qué privilegia al comprar un auto?
–Por una cuestión familiar (tengo dos hijas, una de 25 y una de 15 años), lo primero es la comodidad: que sea espacioso, no sólo adelante sino también en la plaza trasera. No me apasiona tanto la tecnología en el habitáculo, eso de tener tanto chiche dando vueltas, sí lo básico para que sea confortable: radio con manos libres, Bluetooth, un buen climatizador. Mi auto tiene calefacción en los asientos, y me pareció interesante porque lo uso en invierno.
–¿Qué modelo es?
–Un Nissan Tiida, un auto raro; para algunos, por fuera es feo, pero yo no me fijo mucho en eso, no soy fierrero y en general me gusta la onda japonesa, la línea Honda.
–¿Prefiere la caja manual o la automática?
–El mío es caja manual, pero soy un enamorado de la automática, siempre me pregunto por qué en Argentina no hay caja automática en forma masiva. Para mi próximo auto, es algo que realmente me interesa.
–A nivel personal, ¿se siente un usuario “tecno”?
–Me gusta la tecnología: uso tablet, notebook, Smart TV, smartphone, tengo Twitter y Facebook. Sin embargo, prefiero no estar “prendido” todo el día, aunque por el trabajo se puede decir que estoy conectado permanentemente. Fuera de eso, me entretengo con la Play (a la que juego con mis hijas) y uso el Smart TV para consumir contenido on line, películas o series; de eso, sí soy un apasionado. En cuanto a lectura, leo notas en formato digital, pero cuando es un libro prefiero el papel.
–Cambio de tema: ¿le interesa la construcción?
–Sí, en forma de afición: construí mi propia casa, trabajé a la par del arquitecto diseñándola, y me gustó tanto que repetí la experiencia después con un par de locales, como para ejercer esa tradición que venía en mis genes, aunque no de un modo profesional.
–¿Qué aportó en su casa?
–Esto fue hace unos 15 años, y algo que apliqué en casa y que aún hoy veo diariamente en mi profesión es el tema de la vinculación eléctrica o del cableado. En ese momento, los arquitectos no pensaban en ese tipo de cosas: prever cañerías de cables para la automatización de las aberturas, por ejemplo, para las alarmas, para el cable de TV. Yo le pedía esas cosas al arquitecto, y él me miraba como diciendo “de qué me estás hablando”. Pocos años después, decíamos “menos mal que lo hice, si no tendría la casa inundada de cables”.
–¿Y en cuanto a la distribución de espacios?
–Allí participó mucho mi mujer; como el espacio donde uno más transita es el comedor, siempre la idea era integrarlo con la cocina, para que los dos ambientes estuvieran interconectados, fueran lo más grande de la casa y miraran al patio. Ahí discutí con el arquitecto, porque él decía que debían tener vista a la calle y yo me resistí. Al final se hizo como yo quería, con vista al patio. Otra decisión difícil para la época, porque no se usaba, fue poner calefacción por radiadores porque, obviamente, cuando se está construyendo la casa resulta mucho más fácil. De eso no me arrepiento nada, tal vez sí de las aberturas de madera; hoy, las de aluminio exigen menos mantenimiento, pero antes no había muchas opciones.
–Para terminar: ¿estética de la casa?
–Me gustan los espacios cálidos, con mucha madera, y mi casa la tiene, con creces: en los techos, en los pisos de las habitaciones y en el living.
Joaquín por Joaquín
“Tengo 56 años. Nací en Quitilipi, Chaco, y vine a los 13 años con mi familia. Hice el secundario en el Cassaffousth, y egresé como técnico electrónico en el ’76. Viví cerca del colegio, en esa zona de Alberdi: después, cursé Ingeniería Electrónica en la Tecnológica, donde me recibí en el ’83. Por tradición familiar, yo debería haber elegido ingeniería civil o ser constructor, que era la profesión de mi viejo, pero me apasionó la electrónica”.