La agrupación
Luchemos por la Vida informó que la mitad de los siniestros viales con víctimas fatales está presente el alcohol y manifestó que el 54 por ciento de las personas fallecidas son menores de 35 años.
La entidad señaló en su informe “Jóvenes al volante y con alcohol: una dupla fatal” que “el consumo de alcohol acompaña a la humanidad desde la antigüedad y se encuentra socialmente aceptado”.
“Una de las muchas consecuencias del consumo abusivo del alcohol son las muertes y lesiones en el tránsito”, indicó.
“Los siniestros de tránsito constituyen la primera causa de muerte, desde el segundo año de vida, en los menores de 35 años y la tercera, entre los mayores de esa edad”, manifestó la organización.
De acuerdo con sus estadísticas, el 54 por ciento de las víctimas fatales en tránsito en el país “son menores de 35 años” y los jóvenes de 13 a 24 años “constituyen el 27 por ciento de las víctimas fatales en el tránsito”.
Luchemos por la Vida agregó que “en la mitad de los siniestros con víctimas fatales está presente el alcohol”.
Sobre los conductores jóvenes
Los jóvenes conductores, según consideró, “protagonizan tres veces más accidentes que los conductores mayores”, son “causantes o responsables principales de la mayoría de los hechos que sufren” y “mueren más por esta causa que por cualquier tipo de enfermedad”.
También indicó que “cometen más errores que los mayores”, “protagonizan más accidentes univehiculares” y “conducen más frecuentemente a excesiva velocidad y/o alcoholizados”.
La entidad señaló que “el alcohol es un tóxico depresor del sistema nervioso” y agregó que “aunque la persona no lo note, un sólo vaso de vino, cerveza, whisky, etc., disminuye su capacidad de conducción”.
Manifestó que sus principales efectos son que “embota los sentidos, altera la percepción y disminuye la capacidad de atención”.
Además señaló que “se alargan los tiempos de reacción, por lo que las respuestas y maniobras se hacen más lentas y torpes”.
En tanto, consideró que la visión se ve afectada, en especial, empeora la visión periférica (a los lados), se hace más lenta la adaptación a los cambios de luz (por ej. en caso de encandilamiento), y se perciben con dificultad los tonos rojos (tardan en reconocerse las luces rojas del semáforo, las luces de posición y las de freno)”.
Por último, dijo que “genera una falsa sensación de seguridad, con errores de juicio e interpretación, que predispone a excesos de velocidad y a todo tipo de violaciones a las normas de seguridad en el tránsito”.