LA EDUCACIÓN VIAL: UN ANÁLISIS PERSONAL COMO APORTE PARA SU IMPLEMENTACIÓN EN LA SOCIEDAD ARGENTINA.

18 de junio de 2014
Cuando se habla de Educación Vial como herramienta principal a utilizar en la corrección de conductas humanas en la vía pública, tendiente a disminuir la cantidad de siniestros viales que tantos costos provocan en vidas y bienes, se debe tratar de no caer en el análisis simplista de que, su acción correctora, debe desarrollarse solamente en el ámbito de las escuelas y que, sus únicos y principales destinatarios son los niños en edad escolar cursantes del sistema oficial de enseñanza.
Simplificar la solución de este complejo problema, -sustentado por inconductas sociales a cambiar-, en el accionar de los púberes para que en el futuro –bastante lejano- disminuyan los accidentes viales y por ende sus consecuencias, es querer sacarse de encima un problema con la argucia de hacer algo mientras las cosas siguen iguales o empeoran.
Este argumento no desestima la educación vial en las escuelas como uno de los medios necesarios para ser utilizados. Por el contrario, valoriza su uso con miras a lograr una sociedad futura que esté integrada por personas que, desde la niñez, hayan internalizado reglas de convivencia social basadas en el respeto mutuo del uso del espacio público destinado a la circulación.
Si se define a la falta de educación vial como la variable que mayor incidencia tiene en la producción de siniestros viales dentro de las sociedades contemporáneas, deberá analizarse este problema encuadrando, primero, a los distintos grupos de ciudadanos que se definan “afectados en forma similar” por esta realidad, para entonces sí, ver los caminos que deben encararse en beneficio de una educación o reeducación en el comportamiento vial.

EL ENFOQUE MÁS COMÚN

Mucho se habla y poco se hace desde las esferas gubernamentales cuando se trata de tomar decisiones ejecutivas –las legislativas están más avanzadas- para la implementación de la educación vial, salvo repetir hasta el cansancio que debe comenzarse a cambiar la realidad enseñándola desde los primeros años de la escuela primaria.
Esta obligación del Estado no puede discutirse desde ningún flanco, salvo el de la demora sistemática en comenzar a ponerla enpráctica. Mientras más se tarde en comenzar, más lejos estará el tiempo que permita ver sus frutos.
La posibilidad de obtener “cambios rápidos” de conductas, que ayuden a disminuir el índice de mortalidad y morbilidad, utilizando la capacitación de los escolares, es lo suficientemente baja  para derrochar optimismos, porque no son éstos los usuarios de las vías de circulación que generan el problema principal.

DOS PREGUNTAS
 
Me pregunto si son los niños en edad escolar los que mayormente producen los actuales accidentes de tránsito? Y más aun, si son ellos las principales víctimas de tales siniestros?.
La primera pregunta recibe un rotundo “no” como respuesta y basta releer los datos estadísticos de las edades de los siniestrantes para corroborarlo. Los menores de 12 años –a esa edad recién pueden comenzar a circula legalmente en bicicletas por las calzadas- son la absoluta minoría entre los que provocan accidentes viales.
Es cierto que existen “algunos casos” donde la responsabilidad de las colisiones recae sobre ellos, pero se limitan a cruces incorrectos e imprevistos de calzadas, descuidos de los mayores a cuya custodia están o, abuso o mal uso de biciciclos –y en muchos pueblos chicos, de motocicletas- en las calles, sin pretender que esta enumeración sea taxativa.
Aún así, lejos está su magnitud de incrementar las estadísticas para hacerlas llamativas y dignas de un esfuerzo directo e inmediato dirigido a achicar contemporáneamente sus secuelas, en detrimento de otras acciones de educación vial destinadas aactores circulantes de mayor edad que sí permitirán una baja en las consecuencias a medida que se desarrollan.
La segunda pregunta tiene una respuesta casi similar: la mayoría de los niños de esa edad, que sufren secuelas en los siniestros viales, son víctimas de la incorrecta actuación de personas mayores, antes que de su propio descuido o negligencia.

NIÑOS ESCOLARIZADOS VS. ADULTOS IRRESPONSABLES

Dentro de la misma franja de edades –hasta 12 años- cabe peguntarse cuántos de estos chicos que provocan algún accidente están o estuvieron escolarizados, teniendo en cuenta al alto grado de deserción escolar existente y el gran número de chicos que ni siquiera concurren a las escuelas.
En síntesis, los alumnos que cursan la escuela obligatoria son los que menos influencia tienen en la conformación de la realidad siniestral vial actual.
Todo lo que se haga para capacitarlos en la toma de conciencia para actuar respetuosamente frente a las reglas de circulación en la vía pública, debe ser considerado como “una inversión social” cuyos frutos se apreciarán con el transcurso de los años perono aportarán demasiado a mejorar el caos actual.
No debemos olvidar que estos pequeños ciudadanos están sometidos a vivir en presencia de mensajes contradictorios, pues, mientras el sistema educativo escolar intenta transmitirles reglas solidarias de comportamiento en la vía pública, los adultos que conforman su entorno de vida se comportan en forma contraria a dichas reglas, cometiendo todo tipo de infracciones y poniendo en claro su falta de interés en el respeto de la vida y bienes propios y ajenos.
Suele argumentarse con suma frecuencia que si educamos a los alumnos en el correcto comportamiento vial, éstos influenciarán sobre sus padres para que disminuyan sus conductas transgresoras en el tránsito y así mejorará progresivamente la conducta colectiva de circulación.
Si bien es cierto que los hijos nos ponen en situación de incomodidad cuando nos muestran que nuestras acciones no son las correctas, y de algún modo nos sentimos obligados al cambio, la mayoría de las veces lo hacemos para no pasar vergüenza ante ellos, cuando lo correcto seria tener una actitud no transgresora que no los obligue a ser nuestros fiscales.
En lo personal, la utilización de ese argumento, se me refleja como unaactitud de total hipocresía de quién lo esgrime como principal acción paraejercer sobre los verdaderos culpables del caos siniestral que padece nuestrasociedad.  Entiendo que no puede subrogarse en los niños laresponsabilidad que es ignorada por parte de los funcionarios designados por laley y de los propios adultos para con sus pares transgresores.
Analizados estos conceptos hay que poner manos a la obrasobre la educación vial de ellos, partiendo desde la más temprana edad escolar.Pero al mismo tiempo llevemos la educación para la prevención de accidentes atodos los demás actores del sistema de tránsito en la vía pública, en formaparalela y con el mismo grado de inmediatez.

Gerónimo Bonavera

Junio 2014

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